viernes, 2 de septiembre de 2011

VINO NUEVO

Lucas 5, 35-39
Los discipulos y discipulas de Jesus, convertidos en comunidades cristianas de la Ekumene (globalización greco-romana) se vieron obligados a separarse cada días más de su matriz judía (los viejos odres cultural-religosos que contenian para ellos la presencia del Espíritu-Vino), para recibir en nuevos e improviados odres (nuevas practicas religiosas) el vino de la presencia espirtual que Jesús habia supuesto para ellos.
Si el vino es el Espíritu, los odres son las estructuras (tradiciones, devociones, practicas), en las que la experiencia judia de Dios habia sido recibida, contenida y expresada. Pero el Espiiritu es siempre nuevo y los viejos odres no alcanzan a contenerlo. La expereincia de Dio es siempre nueva y las tradiciones-practicas-oraciones-devociones (valiosas, pero limitadas) no alcanzan a dar espacio a la nueva experiencia del Espiritu.
Los primeros cristianos hicieron la experiencia de la novedad de la presencia de Dios en Jesucristo, de la incapacidad de las viejas tradiciones para recibirlo y de la necesidad de buscar nuevas practicas religiosas que correspondieran a la nueva experiencia espiritual. Algunos de sus contemporáneos prefirieron quedarse con los viejos odres (viejas formulas), aunque quiza ya no contenian vino (presencia viva del Espiritu). Eso es lo que refleja el texto de Lucas.
Pero esa experiencia se repite en cada generación, en cada momento de la vida... Cristo resucitado no se repite, no es una formula aprendida de una vez para siempre... Es Palabra viva, siempre nueva, que se expresa en palabras nuevas, en tradciones nuevas, en devociones nuevas...
Cada vez ques produce un nuevo "enamoramiento", una presencia de Dios en la vida, las cosas adquieren un nuevo color, una nueva dimensión, que frecuentemente exige una nueva practica, una nueva devoción... No es que la antigua fuese mala, es que Dios es siempre nuevo. Por esos urgen en la Iglesia viva nuevas practicas, nuevas "espiritualidades".
Cada dia es para mi la ocasión de recibir la novedad del Espiritu en mi vida. La lectura de la Palabra, la celebración de la Eucaristía, abiertas al Espiritu, son los odres que ayudan a hacer de la vida un banquete, de vivir "enamorados" por la presencia siempre nueva del Espíritu.

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