lunes, 4 de enero de 2010

SOLA EN LA TAREA (Lc 10, 40)

“¿No te importa que mi hermana me deje sola en la tarea?”

¡Cuántas veces uno tiene la sensación de quedarse solo en una tarea! ¡Qué sensación de injusticia y amargura!
Nos duele que se nos deje solos en un trabajo, en una responsabilidad. Nos duele cuando nos dejan solos en casa o cuando volvemos solos y nadie nos espera.
Como si a los demás no les importase ni se diesen cuenta de lo mucho que estamos haciendo o de su importancia...
Fácilmente, del servicio nos deslizamos hacia el afán de protagonismo, de ser reconocidos. Entonces ya no importa el Reino, sino que se nos reconozca. Por eso nos quejamos cuando los compañeros no nos toman en cuenta, el Superior no nos valora o los beneficiados dan por descontado nuestro servicio.
Olvidamos que solo una cosa es necesaria. Olvidamos la gratuidad del amor. Olvidamos escuchar, ser discípulos... Nos convertimos en “maestros”, nos colocamos en el centro... como Dios.
¿Por qué angustiarse? ¿Por miedo a perder la estima? ¿Por miedo de que fracase algún proyecto? Nada de eso es importante.
Hay que volver a escuchar, como María: snetarse, escuchar, conmtemplar, percibir los signos de Dios.

av

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